Entre las sombras del Prado
Siendo francés, mi primer contacto con la obra de Goya fue en el Prado. Recuerdo con claridad la potencia de estas Pinturas negras, y especialmente El perro.
Era una época de grandes cambios, tanto a nivel laboral como personal, y me hizo conectar con esta sensación de aislamiento y agobio, como una inmensa ola de barro. Así, quise contar la relación entre mi ansiedad mortal a un mundo desconocido y las pinturas negras que expresan la esencia de la vejez, la soledad y la decrepitud.
Se usó la figura de la cabra, propia de Goya, para invocar a la muerte misma. Además, se usaron dos obras de las Pinturas negras, El perro y Dos viejos comiendo sopas, para expresar la ansiedad y la proximidad de la muerte con la calavera.
Toda la historia se desarrolla en el Prado, pero es esencialmente un diálogo interior, con lo cual carece de fondos realistas. Durante dos páginas, la ansiedad del protagonista va subiendo, hasta llegar a la crisis en la página 3, materializada con la visión de la muerte. La historia finaliza en la página 4, cuando el protagonista reconoce que la muerte es parte entera de la vida y supera su ansiedad. La única página con fondo realista es la última, ya que el protagonista vuelve a contactar con la realidad, el sentido de la tierra, de la vitalidad.
El perro, siendo el detonante de este diálogo interior, deja su huella en toda la historia, prestando a las viñetas su gama de colores. La cabra vestida de negro anuncia su papel fatídico desde el principio. A lo largo de la historia, el protagonista está siempre envuelto por la oscuridad, y es únicamente en la última página cuando consigue salir a la luz. Consigue encontrar la luz, escondida detrás de la oscuridad, los paisajes luminosos detrás de las pinturas negras.